Baltasar Porcel

Tuesday, February 21, 2006

Los animales en las novelas de Baltasar Porcel

Presentado en el congreso de CANELA de 2005 en la Universidad Waseda(Tokio)

http://canela.org.es/

Jordi JUSTE GARRIGÓS

0. Introducción

Cuando decidí preparar una ponencia con el tema de los animales en la obra narrativa de Baltasar Porcel, creía que sería un pionero en CANELA en dos sentidos: en el del estudio de la aparición de animales en la literatura y en la presentación de literatura en una de las lenguas que conviven con el español en el mundo hispánico. Sin embargo, una revisión de los números anteriores de Cuadernos CANELA me permitió salir de mi error al descubrir trabajos de los profesores Ohata, Simón, Vásquez y Prieto.

Así, vi que en 1992, la profesora Kazuyo Ohata ya presentó la ponencia El inconsciente creativo de Rosalía de Castro[1]; en 1993 Pedro Simón, El proceso creativo de José Donoso a través del uso de los perros blancos, negros, amarillos y grises[2]; en 1994 Claudio Vásquez habló sobre la Poesía americana preeuropea[3]; y en 1997 Paz Prieto presentó la Literatura gallega actual[4].

Sí creo no equivocarme en que esta es la primera ponencia presentada en un congreso de CANELA sobre un autor en lengua catalana, aunque también aquí me consta que se hizo, no hace mucho, un taller sobre la poesía de Pere Gimferrer.

Antes de entrar en la materia concreta de esta ponencia es necesario presentar, aunque sea sucintamente, al autor objeto de mi estudio. Baltasar Porcel es un intelectual que vive desde hace décadas a caballo de Barcelona y Andratx, su pueblo natal, en la costa noroeste de Mallorca. Allí nació en 1937 y allí se configuró un universo mítico que aparece de forma recurrente en su obra.

He señalado que Porcel es un intelectual para no tener que destacar especialmente ninguna de las diversas facetas de su trabajo: novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista, biógrafo, columnista, periodista, etcétera.

De entre sus actividades pasadas, podemos destacar que colaboró con Camilo José Cela en los Papeles de Son Armadans, fue discípulo de Lorenzo Villalonga, dirigió la revista Destino, realizó documentales para Televisión Española y fue protagonista, junto a Terenci Moix y Montserrat Roig, de la renovación de la novela en catalán durante los años 60.

En cuanto al presente, destacan por su relevancia pública la columna diaria que escribe desde hace más de veinte años en el periódico La Vanguardia y la publicación de sus últimas novelas, que han contado todas ellas con el favor de la crítica especializada y le han reportado prestigiosos premios, tanto en España como en el extranjero.

Todas sus novelas están traducidas al castellano, en algunos casos por él mismo. Para este estudio me he basado en las versiones originales, pero he consultado, en los casos en que me ha sido posible, las versiones castellanas para los ejemplos a los que me referiré posteriormente. Donde eso no ha sido posible, he intentado hacer una traducción lo más ajustada posible al original catalán. Sin embargo, tengo que señalar que en algunos casos la traducción supone una pérdida de animalización”. Para facilitar la comodidad de lectura, me referiré a las novelas directamente en su título traducido al castellano.

En cuanto al tema de mi ponencia, quiero aclarar que mi interés original era en la obra de Baltasar Porcel en general y que sólo empezaron a interesarme los animales tras darme cuenta de que su aparición es uno de los rasgos característicos y que le confieren el carácter de todo coherente.

Como sucede con la obra de todos los grandes autores, las novelas de Porcel son una forma de conocimiento del ser humano, una indagación que se realiza a través de un universo muy personal, una recreación ficticia pero muy verosímil de su biografía, caracterizada por la tensión entre el apego a un marco geográfico muy concreto y la voluntad de trascenderlo.

En cuanto al estilo, su narrativa destaca por una gran sensualidad y un dominio de la descripción paisajística, que combina el detalle realista con elementos simbólicos y expresionistas. Domina en el conjunto, claramente, la narración en primera persona y hay una profusión de novelas corales, o con un protagonista y muchos personajes secundarios experimentando, casi todos ellos, una fuerte lucha interior para reconciliar su pasado y su presente, su vida espiritual y sus necesidades físicas.

Antes de pasar a analizar la aparición de animales en las novelas de Baltasar Porcel, voy a hacer un resumen lo más breve posible de su argumento:

-1961-Solnegro: Un hombre vuelve a su sórdido pueblo tras años de presidio y recuerda los trágicos hechos que lo condujeron a la carcel.

-1963-La luna y el velero (en adelante “La luna”): un grupo de marineros hace la travesía entre Mallorca y la Península bajo la mirada ominosa de la luna y del pasado de cada uno de ellos.

-1965-Los alacranes: un atormentado pastor protestante holandés regresa a Mallorca, donde vivió en su infancia uno de los pocos momentos de plenitud de su existencia.

-1968-Los argonautas: un grupo de hombres embarcados, en este caso para hacer contrabando. Los avatares del viaje los enfrentan entre sí y a cada uno con su biografía.

-1970-Difuntos bajo los almendros en flor (en adelante “Difuntos”): mosaico de un pueblo con historias de vivos y muertos, espectadores del crepúsculo de una forma de vida tradicional, casi autárquica.

-1975-Caballos hacia la noche (en adelante “Caballos”): la historia de una cruel venganza por cuestiones de herencia se entrelaza con el origen de una dinastía, basado en una impostura.

-1980-Las manzanas de oro (en adelante “Las manzanas”): Un hombre se lanza a la aventura por África para huir de su presente y descubrir el pasado de su padre.

-1984-Los días inmortales (en adelante “Los días”): Un mallorquín llega a sentirse en comunión con una África que representa el pasado remoto del Hombre, pero termina siendo víctima del presente.

-1987-Primaveras y otoños (en adelante “Primaveras”): una cena de Navidad reúne a una familia en su hogar solariego, testigo mudo de unas vivencias que los comensales se encargarán de recordar.

-1989-El divorcio de Berta Barca (en adelante “El divorcio”): folletín de verano publicado por entregas diarias, incluye relaciones adúlteras, empresarios, políticos y terroristas de pacotilla.

-1994-Lola y los peces muertos (en adelante “Lola”): un escéptico y cínico de mediana edad se encuentra con una vieja amante y recuerda la trayectoria que le ha llevado a su actitud ante la vida.

-1997-Ulises en alta mar (en adelante “Ulises”): un político e intelectual maduro y escéptico vive una crisis existencial a raíz de la coincidencia de una situación profesional y familiar problemática con la irrupción de una joven a la que llevará a un crucero tras los pasos de Ulises.

-2000-El corazón del jabalí (en adelante “El corazón”): autor, narrador y protagonista se confunden en una aventura de recuperación del pasado, de solución de un misterio familiar que permitirá comprender el carácter emblemático que tiene el jabalí para los Porcel.

-2001-El Emperador o el ojo del ciclón (en adelante “El Emperador”): un veterano de los ejércitos napoleónicos lucha para que no muera el mitificado recuerdo de su paso por la isla de Cabrera, convertida en campo de concentración de las tropas francesas derrotadas en Bailén.

-2004-Olympia a medianoche (en adelante “Olympia”): una islandesa que vivió una idílica infancia en la Mallorca tradicional irrumpe y causa una crisis en las decadentes vidas de una serie de personajes que representan la corrupción física y moral causada por el turismo.

Todas estas novelas y el resto de la obra de Porcel forman parte de una investigación sobre el ser humano. Y uno de los ángulos desde los que se lleva a cabo es el del hombre como animal: lo que nos une y lo que nos aleja del resto de especies. Es una diferenciación que unas veces está más clara que otras. En general, la diseminación de la presencia animal por toda la obra crea en el lector el efecto de difuminar la línea de separación entre el mundo animal y el humano hasta llegar a sentir que en realidad tal separación puede ser un mero artificio de la razón.

La presencia, casi omnímoda, de animales adopta formas diversas: animales que aparecen simplemente como tales (interactuando entre ellos y con los personajes humanos, con un apartado especial de casos de violencia ejercida sobre los animales), en forma de referencias a representaciones artísticas o folclóricas de los animales y de su mundo, como comida, como antropónimos y topónimos prestados del mundo animal, en caracterizaciones animalísticas de muchos hombres, animalización de la naturaleza, humanización de animales, metáforas y comparaciones entre hombres y animales, animales como símbolos, expresiones lexicalizadas referidas a los animales o a su mundo y reflexiones explícitas o implícitas sobre el mundo animal. Por razones de espacio y de importancia, he omitido de este estudio los animales como comida.

Al hacer mi análisis podría haber optado por ordenarlo por novelas, pero me pareció más efectivo hacerlo por categorías, intentando, eso sí, seleccionar muestras del máximo número posible de obras para cada una, resaltando así que se trata de una constante del autor y no de un mero recurso ocasional. En algunos casos las muestras podrían incluirse en más de una categoría pero, en aras de la claridad, he procurado usarlas en sólo una de ellas.

Una muestra de la extensión del zoológico que puebla las novelas de Porcel la da el número de 301 entre especies de animales y sus distintas razas, sin contar al ser humano. Hay animales domésticos como el perro o el gato, animales de granja como el cerdo o la vaca, animales exóticos como el ñu o el antílope, animales imaginarios como la sirena o el unicornio, animales enormes como el elefante o la ballena y otros pequeños como el ratón o el erizo, insectos como la garrapata o el tábano, pajarillos como el gorrión o el periquito y grandes aves como el águila o el albatros, moluscos como el langostino o el cangrejo, reptiles como la boa o la culebra, saurios como el caimán o el cocodrilo, peces como el besugo o el lenguado, animales temibles, como el tiburón o el tigre, despreciados, como la rata o la hiena, admirados, como la mariposa o el pavo real, y así hasta rebasar los 300.

Por último, antes de pasar a ver las muestras, quisiera dejar constancia de que considero esta ponencia como una especie de enunciación general del contenido, que espero poder desarrollar en el futuro con análisis más minuciosos y exhaustivos de las categorías mencionadas.

1. Animales como tales

1.1. Animales con nombre propio

Un ejemplo más de la importancia de los animales en las obras de Porcel es la aparición de hasta 38 con nombre propio. Destacan los animales domésticos, especialmente: los perros (18) Capità, Linda, dos Llamp, Sopes, Bonzo, Tut, Camús, dos Marqués, Tro, Bartomeu, Tarzán, Maimónides, Argos -el perro de Ulises-, Cerbero -el mítico guardián del Hades- y Mormón; los gatos (8) Zacaries, Llosca, Escolà (literalmente “monaguillo”, aunque en la versión castellana pasa a ser Sacristán), Quadradet, Carlos, Rossetto, Marcel·lí, Cariñito; la mítica serpiente Pithia, el cíclope Polifemo, el pato Donald, King-Kong, el oso de peluche Cesarino, los canarios supuestos Pinki y Óscar, el macaco Nathaniel, la yegua Safo, el loro Josemartí, el jilguero Miquelona, el mulo Alberico el Grande y Ulises, una orca que estuvo realmente en el zoo de Barcelona.

1.2. Animales relacionándose con animales

Las relaciones que se establecen entre los animales en las novelas de Baltasar Porcel suelen ser realistas, no idealizadas: los animales a menudo se cazan y compiten por la caza. Se trata de acciones marcadas por la biología y por tanto amorales. Encontramos un perro que caza erizos e intenta cazar moscas, otro que persigue una mariposa, un conejo o una serpiente, y otros perros que pelean entre sí; gatos que también pelean, otros que cazan ratas, uno que persigue insectos, otro entrenado para cazar gorriones que vive en el morral de una burra, una gata que enseña a su camada a cazar conejos con mixomatosis, gatos que persiguen pajarillos en un almacén, un gato herido por una jineta que se dedica a perseguir un erizo, gatos sin piedad con sus ancianos; pajarillos que compiten por la comida con cerdos y moscas; moscas que se alimentan de animales muertos; cuervos carroñeros, unos incluso peleando en vuelo con las gaviotas por la carroña; conejos que conviven con cabras pero se esconden de los gatos; peces de distintas especies nadando juntos; tintoreras que pelean entre ellas; halcones que cazan palomas torcaces; gaviotas que pescan, otras que comen huevos de tortuga, unas que cazan conejos enfermos o pollitos, otras que persiguen un apestoso barco cargado de cerdos; pajarillos que picotean el áspero lomo de un caimán; gallos de pelea; un león que se come un ñu; alcaravanes que cazan mariposas o bavosas; una urraca que defiende a sus crías de un gato; cotorras invasoras que desnucan gorriones; ratas peleando con gaviotas por el botín; y ratas, cuervos y gaviotas en paz tras hartarse de carroña.

1.3. Animales como símbolos y signos.

Destaca, por el uso de símbolos animales (de animales o de su mundo) desde el título, la tercera novela de Porcel, la simbolista Los alacranes, considerada ya en su momento por la crítica como una excepción en su narrativa. Sin embargo, los símbolos y signos (animales que representan una actitud, que presagian el futuro), reaparecen, aunque con más mesura, a lo largo de las 14 novelas restantes.

Algunos de ellos se repiten, como la telaraña (de la decadencia; las intrigas); la araña (de la soledad; de la incomunicación), la noria (de la inevitabilidad del destino), los insectos que se queman con la luz (de la ceguera del instinto), los escarabajos (de la decrepitud), los caballos al galope (de los sentimientos incontrolables), los caballos con jinete (del poder; de la plenitud), los gatos (del instinto de supervivencia), los pájaros enloquecidos (de la impaciencia), los cuervos (pájaros de mal agüero), los murciélagos (de la muerte), las serpientes (de la sabiduría; del engaño), las vacas (de la resignación), las abejas (de la impaciencia), las hienas (de la corrupción), o los peces (de Jesús; del mundo desconocido).

Otros símbolos que aparecen son los ya mencionados alacranes (de la traición), las pirañas (de la voracidad), los tiburones (de la agresividad), los cocodrilos (del mundo extinguido), los jabalíes (del bosque), el águila (del dominio), el halcón (de la realeza), las ranas (del inconformismo), el ratón (de la insignificancia), el reno (de lo diabólico), el frailecillo (de la fragilidad) o las palomas (del mundo espiritual, aunque en Lola hay un pasaje en que las desmitifica como símbolo del espíritu santo).

1.4. Animales relacionándose con humanos

1.4.1. Relaciones neutras o de interés mutuo

En este apartado encontramos principalmente a animales de compañía o que trabajan para el hombre. Como veremos en otra sección, esto no excluye que ocasionalmente sean víctimas de la violencia que les dispensan los hombres. En Los alacranes tenemos un perro vagabundo que se une al protagonista en su caminata; un pajarillo que el hermano del protagonista le regala como mascota; y un gato que habita el almacén del padre del protagonista. En Los argonautas “un perro sin cola y cojo que nunca ladraba pero que mordía como una fiera si su amo se lo mandaba” (p.36), el gato Llosca, convertido en un argonauta más, un ciego que mendiga guiado por un perro; un perro que acompaña a un personaje en sus baños veraniegos; un canónigo que se pasea con un dálmata; un caballo percherón que sirve igual para trabajar que para ganar carreras; un farero que vive feliz con sus animales; y un par de pequineses que acompañan a una marquesa.

En Difuntos el narrador niño ama un gato, una inglesa vive con quince perros en un barco y el hermano del narrador vive un día de fuga por el monte junto a un perro; en Caballos hay un perro que vive con una familia y un hombre que vive para sus caballos; en Las manzanas aparecen unos camellos como medio de transporte; en Los días un perro que una niña desea como mascota y que su padre considera un guardián útil para su tienda y unos caballos deshidratados durante una travesía del desierto.

En Primaveras se habla de una sueca que alimenta unos erizos, aparece un hombre que convive con conejos en un sótano, unos gatos que se sienten atraídos por un zahorí y un personaje amante de perros y gatos; en El divorcio uno de los personajes vive su infancia con gatos, perros, loros, canarios, un tití y una serpiente; en Lola el protagonista comparte soledad con un perro y un gato y varios personajes son aficionados a las palomas mensajeras.

En El corazón un personaje proteje a unos gatos de la Naturaleza y se desvive para salvar a su perro herido; en El Emperador aparece un hombre que “trataba a la yegua, los perros, la perdiz enjaulada, los mulos, con una delicadeza extrema” (p.10); y en Olympia una mujer que “llevaba siempre detrás su asqueroso y lanudo perro” (p.49), unos niños amorrados al braguero de unas cabras y la burrita argelina de la infancia de una de las protagonistas.

1.4.2. La violencia sobre los animales

He dividido las escenas de violencia sobre los animales según la causa de la misma, aunque en algunos casos es difícil establecer hasta dónde se trata de violencia por causas económicas y desde dónde se trata de violencia gratuita, como por ejemplo en el caso de la caza.

1.4.2.1. Actividades económicas

Las referencias a la pesca como actividad económica son numerosísimas en algunas novelas. Aquí sólo destaco las que implican una violencia explícita, como cuando en Solnegro aparecen los pescadores en Cuba presionando a los biajaivas en cubierta para que terminen de morirse, o en Ulises encontramos a los sicilianos matando a remazos a los atunes apresados en sus redes; también relacionada con la pesca, encontramos la muerte de focas monje a manos de los pescadores que sufren su voracidad.

En cuanto a la violencia sobre los animales en tierra, en Los argonautas, Difuntos y Lola encontramos referencias y escenas de la matanza del cerdo, una de las actividades económicas tradicionales más importantes de la Mallorca rural. Asimismo, en Difuntos encontramos referencias al carnicero del pueblo, un hombre violento con los animales y con su mujer hasta que se ve obligado a matar a un vecino en defensa propia.

Un ejemplo curioso lo tenemos en Los argonautas, donde se habla de un contrabandista que sacrifica perros y caballos para pasar mercancía de Gibraltar a La Línea. Y una escena muy significativa es la que en Difuntos enfrenta a Botines con una jineta que está diezmando su gallinero: el hombre llega a sentir piedad de la bestia, que simboliza un mundo que se acaba, pero no tiene más remedio que matarla para defender su negocio. Otras escenas de violencia relacionada con la economía nos las proporciona un hombre que en Caballos se dedica a cazar alimañas por la prima que ofrece el Ayuntamiento; o los ruga-ruga en Los días cazando elefantes por el marfil, y otro grupo de nativos sangrando terneros para tomarse la sangre.

1.4.2.2. Violencia gratuita

En Solnegro encontramos a un hombre que todo el tiempo maltrata al animal que tira de su carrito “pegándole como un demonio” (p.11), y a unos niños que persiguen “de mala manera” (p.75) a un par de gatos. En La luna un marinero despierta al perro Llamp de una patada y luego otro lo arroja al mar, también de una patada; en otra escena un marinero manda al agua a la tortuga del patrón por el mismo método.

En Los alacranes el protagonista se las tiene a garrotazos contra una morena dentro de un bote y en otra escena se siente “fortalecido” (p.23) tras darle un puntapié a un gato. En Los argonautas un hombre quema el ave del paraíso de su amante y luego encontramos a un sádico que se dedica a matar a garrotazos gatitos con ayuda de su macaco o los echa al horno; el simio, por su parte, muere decapitado a manos de su rival, la mujer muda de su amo; también encontramos en esta novela un gallicidio por despecho, murciélagos torturados a base de hacerles fumar, una mariposa aplastada, un perro muerto de un martillazo y una paliza propinada por el patrón del barco al gato tripulante.

En Difuntos encontramos a un marinero que mata un perro con un garfio, niños sacando gurripatos de sus nidos y al carnicero que se divierte dando latigazos sobre los pajarillos que duermen en los cipreses al lado del camino. En Caballos está la que posiblemente sea una de las escenas más espeluznantes de violencia gratuita sobre animales de toda la historia de la literatura, donde todos los caballos de una cuadra mueren a hachazos ante la mirada de su desolado dueño.

En Los días un hombre se ceba sobre un perro, que había incumplido sus expectativas como guardián de tienda: lo patea, le da garrotazos y le arroja agua caliente; en la misma obra, podemos asistir a la caza de gorilas en la selva y al posterior martirio de los supervivientes en los zoológicos. En Primaveras hay una escena autobiográfica en que se cuenta la cruel historia de un hombre (el padre de Porcel en la historia real) que se deshace con violencia de su burra después de que ésta deja de serle útil; también aparece un cura pateando un perro en los morros.

En Lola el protagonista cuenta la forma más eficaz y segura de matar un gato. En El corazón se habla de un envenenamiento de ganado, ocasionado por una disputa a causa de repartirse el agua de una fuente. En el Emperador un cura manda matar unos renos porque los considera representantes del infierno. Parecido motivo el que tienen en El Emperador para cargarse a las focas monje, consideradas criaturas demoníacas.

Por último, en Olympia se habla de la violencia gratuita sobre los animales como si fuera algo inevitable: “La gente se colgaba porque debía colgarse, en Son Matamala ya no le quedaba nada más por hacer, excepto propinar porque sí una desaforada paliza a un perro, a una burra, a una cabra” (p.175); luego aparece un joven contando, ante el recocijo de sus amigos, la tortura a la que él y otro sádico someten a un pobre gato cojo.

1.5. Animales humanizados

En Solnegro se encuentra un choto que mira con cara de persona. En Los Argonautas el gato Llosca parece un tripulante más; en ocasiones le llaman “ladrón” o “cabrón”; también encontramos un ave del paraíso que canta tangos, tortugas con cabeza de momia, gaviotas que miran con ojos crueles, o un perro dálmata que parecía tener un sentimiento de felicidad. En Difuntos se nos habla de perros ibicencos que “parecían el rostro de alguien muerto hacía años” (p.59), y también de un “mariposón lerdo” (p.87)

En Caballos se nos habla de cabras iradas, animales que trotan como si ejecutaran un ballet, bestias cuyos ojos reflejan una “alucinada y turbia serenidad” (pp.62-63) y un gato que parece que venga de cometer un delito. En Las manzanas se habla de búhos de ojos acusadores. En Los días hay animales de mirada franca y sensible y murciélagos parecidos a Drácula. En Primaveras hay erizos que toman leche como si fueran niños, pájaros que parecen hablar, un simio que parece dialogar, focas monje que parecen tener “rasgos humanos” (p.74), gatos que parecen besar y ratones que parecen estar a punto de decir algo.

En Lola hay un perro comodón o estúpido, chacales traidores, un perro que es puesto casi al mismo nivel que el hijo de la familia, una abubilla que parece un general tropical o una marioneta ceremoniosa. En Ulises hay un chacal de aire tímido y cisnes altivos. En El corazón un cuervo que parece un enano con levita, gatitos que parecen diablillos, un tigre indolente y una gaviota nostálgica. Por último, en Olympia hay dos gallos eunucoides y un pajarito ceremonioso y circunspecto que parece un enano presumido y enlevitado.

2. Reflexiones sobre el mundo animal

Al abordar el apartado de las reflexiones sobre los animales en las novelas de Baltasar Porcel, podemos plantearnos la duda de hasta dónde él comparte las ideas de los narradores y personajes que ha creado. Afortunadamente, para tener una idea inéquivoca de lo que piensa Porcel, contamos con sus artículos de La Vanguardia, donde queda clara su apreciación de los animales y su postura crítica hacia el trato que les dispensamos los humanos. En sus novelas las ideas sobre el mundo animal son expuestas por narradores y personajes y a menudo se refieren a la relación con los humanos. Algunos ejemplos son:

-“...he visto siempre como los hombres y los animales, después de muertos se pudren“ (Solnegro p.11).

-“Ninguna mosca, ningún animal, se parecen a un hombre, vistos de cerca. Desde muy cerca. Porque en esa cosa, en ese hombre, no pude reconocer la palpitante y muda potencia animal” (Los alacranes, p.201).

-“Los fuertes viven, las gallinas son morales” (Los argonautas, p.149).

-“Años de observar la acción de un perro, la formación de una nube, el vuelo de una gaviota y el paso de las olas, sumergieron a Barral en un mundo cósmico, de sensibilidad exaltada, un mundo de cariz fatalista y al mismo tiempo de recóndita belleza que lo separó radicalmente de las otras personas” (Los argonautas, p.195).

-“...mataría la jineta, sí, la mataría ahora mismo... y de aquí unos cuantos años se moriría él, y los campos quedarían desiertos, se irían convirtiendo en un yermo. Veía la bestia, magnífica, parada delante de él: los dos eran seres de un mundo que se hundía sin remedio”(Difuntos, p.22).

-“El hombre, sí, proviene del animal. El animal, supremo creador de los orígenes, irredento dominio de la carne” (Las manzanas, p.18).

-“En África nada es delimitado, todo se confunde bastamente. Me impresionó descubrir que los masai, ese pueblo de hombres altos y solitarios, la túnica roja, designan con un vocablo idéntico la persona y el animal” (Los días, pp.10-11).

-“Dentro de mí he perdido los corsés de la civilización y escucho con nitidez la llamada de vivencias ancestrales e insolidarias, caricias y ladridos” (Los días, p.42).

-“Lo que lo trastornaba de un animal o un niño era su irracionalidad, que los hacía parecer un juguete, o la pureza o simplicidad de sus mentes todavía no contaminadas” (Primaveras, p.100).

-“La magnificencia que al fin nutre y adquieren los reinos animal y vegetal proviene de comerse mutuamente, sin poder ni imaginar ningún planteamiento piadoso ni afectivo: su unidad consustancial nace de su crueldad individual” (Lola, p.94).

-“El hombre viene de la selva, lleva grabadas las grandes tormentas y los grandes espantos de entonces” (Lola, p.100).

-“El animal es la inmediatez combinada con una experiencia genética” (Lola, p.251).

-“Al animal no se lo puede procesar: nace inocente como el hombre, pero, a diferencia de éste, se mantiene. Por eso pegar a un animal, aterrorizarlo y herirlo desde los recursos articulados por la maldad y el ingenio nacidos de la inteligencia, resulta intolerable” (Lola, pp.252-255).

-“En el hombre en sociedad gobierna el interés del intercambio amparado por la problemática económica, estética, moral, y en el animal salvaje manda la compactividad carnal, estimulada por el hambre, el sexo, el miedo. En la bestia gana la esencia” (Ulises, pp.178-179).

-“Probablemente pienso –corroboro–, las ataduras internas de la naturaleza no pueden separar tanto al hombre pensando en el resto de materia latente como nos hace creer la arrolladora importancia que otorgamos a la actividad cerebral” (El corazón, p.254).

-“La gente somos peculiares, un animal existe sobre sus conocimientos prácticos, pero nosotros queremos que la vida se acople a una serie de palabras” (El Emperador, p.93).

-“...una profunda convicción únicamente suya: que el estadio humano de los pobladores terráqueos solo consistía en un eslabón de la larguísima cadena que englobaba todo movimiento posible” (Olympia, p.20).

3. Animalización del hombre

3.1. Antropónimos animales

Este recurso de animalización aparece en casi todas las novelas, llegando a más de cincuenta los nombres, apodos y alias que se refieren a animales o a su mundo. En Solnegro el Mico; en La luna Banya, el sen Culebra, Lleonard Juvera, Llorenç Cabré, Narciso Ponce de León, Capdebou i Rubí, Bou, Ventura Conill, Miquel Cabrit; en Difuntos Tòfol Moixa, el afilador Gallinato, la vieja Colomera, Josep Morro, Ricardo Corazón de León, el tío Gató, Moniqueta Cabral; en Caballos Jaume y Mariona Vadell; en Manzanas Léo y el papa León X; en Los días el abuelo Medusa y Swala (gacela, en swahili); en Primaveras Ambrós “El del Animal Crespo” y Lluisa menescala (veterinaria); en El divorcio Tano Bou y los miembros del comando terrorista: Rino, Oso, Lobo y Dromedario; en Lola San Antonio de los burros, el Elefante, el Gran Jinete, Baal Zebul (Señor de las Moscas), Pere Garrabou, Miki Lopo y el novelista Cornudella; en Ulises Paolo Ucello, Raimon Escorca y Leone; en El corazón Tarrida “el de los cerdos”, Valentín Porcelet, Ricardo Corazón de León, Porcel·lo y Porcel; en El Emperador el perigordés Le Coq Pierrot; y en Olympia el ingeniero Maroto Cabrenys, Elianor de Cas Manescal (de la casa del veterinario), Llorenç de Can Cargol, Diumege el Verro, Cargol jove y Blai Alfons Lliteres de Can Cuernavaca.

3.2. Metáforas animales

Algunos ejemplos: En Solnegro “una jovencita de cara de rape” (p.5), “que tiene nariz de loro” (p.9), “poner dientes de lobo ”(p.34), la tía Joana, escarabajo pelotero” (p.44), “hecho asno entre asnos” (p.72), “rebuznó el sen Paret” (p.90). En La luna “Estoy harta de tu cara de caballo”(p.32), “Mi madre, los tres patos estos” (p.84), “esos ojillos de zorro” (p.93), “hecho un gallo de pelea”(p.98), “Lulú, aquella vaca risueña, madame del burdel” (p.98).

En Los alacranes “alto y fornido, cuello de buey” (p.159), “movía la cabeza con movimientos rápidos, casi felinos” (p.174), “somos cerdos habitados por el demonio” (p.206), “uno que tiene cara de caballo”(p.223). En Los argonautas “Marcó, cara de gallo” (p.8), “la cara de verraco de Llorenç Cabré” (p.10), “Si es un avestruz” (p.33), “A usted, marmota” (p.33), “Hable de una vez, pato” (p.33), “el tipo este, que parece un langostino” (p.33), “ojos de zorro, delgado” (p.36), “gruñía y movía los brazos como si fueran las alas de un polluelo”(p.59), “tenía la mirada asustada, de animal apaleado” (p.86), “Lleonard era un hurón sobre la mar” (p.89), “tenía andares de gatito” (p.155), “morena, voz de pollo” (p.159), “Eres una bestia” (p.173), “se rio con su gruñir porcino” (p.223).

En Difuntos “una vieja con cara de perra ibicenca” (p.26), “un niño con cara de rata que croaba como una rana” (p.29), “lisa y flaca, cara de canario” (p.42), “con agilidad de felino” (p.117), “don Pau, cara de conejo” (p.167), “el amarmotado Jeroni” (p.199). En Caballos “una risa de caballo” (p.130), “una frente estrecha, simiesca” (p.190). En Las manzanas “sus ojos de carnero”(p.53), “Bernabé era un ave de presa, un depredador” (p.61), “vieja zorra experimentada” (p.77), “Y se puso a relinchar” (p.127). En Los días “tenía la mirada de oveja” (p.71), “el gemido animal de sus orgasmos” (p.129).

En Primaveras “se movía con un silencio felino” (p.23), “con una poderosa nariz aguileña” (p.56), “El enjambre de chicas” (p.89). En El divorcio “cuello de toro y el aire impersonal” (p.19), “Eres un alacrán” (p.53), “qué cara de ternero” (p.120). En Lola “relinchaba Lola” (p.13), “Lola, pobre bestezuela” (p.14), “es una oveja” (p.93), “risita de conejo” (p.93), “joven con cara de lechuza” (p.38), “clin blanca leonina” (p.148), “altísimo, con cara de mula” (p.153), “cara de sapo” (p.200), “eres un chivo” (p.219), “era sólo un pedazo de animal” (227), “su costumbre insignificante, de cabra montesa” (p.230), “fui una mosca” (p.252).

En Ulises “Somos perros en furiosa persecución de una liebre de trapo” (p.55), “los dos gorilas” (p.53), “Melisa, una cotorra” (p.69), “su perfil aquilino” (p.109). En El corazón “uno de ellos con cara de buey” (p.110), “otra gritó como un conejo” (p.224). En El Emperador “Y como hago con el caballo, te montaré, malnacida, cojonuda” (p.72), “Sebastien, marsellés, simiesco” (p.186). En Olympia, “una alemana con músculos de caballo” (p.25), “un puñado de japoneses polvorillas con cara de rana” (p.25), “envejecida y convertida en una cacatúa” (p.57), “pensar que soy un gusano” (p.58), “soy una hiena” (p.112) “cara de rape” (p.122), “Marcela, perra de caza, ¡cacatúa carnívora” (p.257), “el simiesco optmista Corneli Horrach” (p.341).

3.3. Comparaciones o símiles animales

Entre muchas otras, aparecen: En Solnegro, “sudando como un asno” (p.6), “jorobada como un escarabajo” (p.11), “ligero como una jineta” (p.23), “beber como mulos” (p.28), “gordo como una vaca” (p.53). En La luna, “se aferraban como gatos” (p.62), “gordo como una cerda” (p.91), “se movía como un animalito”(p.124). En Los alacranes “parecía un escarabajo gordo”(p.134). En Los argonautas “Vivía como una bestezuela enjaulada” (p.134), “rechinaba como una rata ” (p.177), “se soltaban como pájaros” (p.178).

En Difuntos “de rasgos afilados como una liebre” (p.30), “dorado, bruñido, alto como una cabra” (p.44), “ávida como un hurón” (p.156). En Caballos “Como un hurón” (p.12), “como un chivo fétido” (p.142), “como un gran buey” (p.183). En Las manzanas “andaba como un pato” (p.21), “gimiendo como un perro” (p.24), “parecido a un gran sapo” (p.202). En Los días encontramos: “gruñendo como animales” (p.41), “salidas como las de un conejo”(p.57), “ de prisa, como un buey ciego” (p.77). En Primaveras “receptivo como un lebrel” (p.37), “como si ladrase” (p.163).

En El divorcio “discutían como monas” (p.133), “se reía como un conejo” (p.178). En Lola, “comía como un cerdo” (p.166), “llorando como un asno” (p.134), “la cabeza pequeña, como de conejo” (p.348). En Ulises “como una bestezuela extraña” (p.67), “soy como los animales” (p.90), “como un pájaro alborotado” (p.144). En El corazón “como un pez fuera del agua” (p.88), “como una gata” (p.89), “encogido como un conejo” (p.158), “Azaña, hinchado como una rana”(p.106). En El Emperador “redondo como un animalito” (p.156). Y en Olympia “follar como un perro” (p.59), “como hienas” (p.221), “como una bestezuela endémica”, “como un cuervo hambriento” (p.357).

3.4. Animalización del espíritu

El mundo del espíritu tampoco escapa a la animalización. A menudo el espíritu acoge uno o varios animales que escapan a su control consciente. Algunos ejemplos son: “el gran miedo sobrenatural que, a veces, como un ave nocturna, cae sobre Solnegro” (Solnegro, p.33), “los recuerdos del pasado vienen como caballos desbocados” (Solnegro, p.37), “Es desesperante este galope del pasado” (Solnegro, p.71), “Todo el resto era un infinito y confuso galope dentro de la noche y el absurdo” (La luna, p.32), “un orgullo cauto como un reptil” (Los alacranes, p.44), “nuestros deseos son una telaraña” (Los alacranes, p.124), “como una locura alucinada y mansa” (Difuntos, p.8), “Me ha quedado siempre como un temor, como un animal alborotado y siempre a punto de huir” (Caballos, p.123), “Dentro de mi cerebro galopaban los caballeros del Temple” (Caballos, p.196), “el gusano de la angustia” (Los días, p.116), “Otra hiena cerebral que acecha” (Los días, p.130), “su insaciable paranoia aullando por los peñascos” (Lola, p.119), “del poderoso que, no obstante su poder inmenso sobre los hombres, puede ser dominado o aniquilado por un gusano mínimo, aleatorio, sólo sentimental o mental” (El Emperador, p.176), “quien aúlla es el espíritu, quien come es el cuerpo” (Olympia, p.82).

4. Animalización de la naturaleza

4.1.Topónimos animales

Algunos de los topónimos animales que aparecen a lo largo de las 15 novelas de Porcel son Puig Tortuga, Illa del Boc (isla del chivo), el bar Cavall Marí, la Dragonera, Cala Es Conills (los conejos); Puig dels Ocells (monte de los pájaros); la colina de la Palomera, punta de Calaburra, cabo de Gata, las islas Hormigas, la isla Hormiga, el Hormigón, Cabezo de la Culebra, Cabezo de los Cuervos, Águilas (nombre de población), la isla Conillera (conejera), el Morro de la Vaca, Coma de l’Ase (nava del asno), el café de Cas Mussol (de casa buho), Canyar del Dragó Moro (cañal del dragón moro), Lión (ciudad francesa), Au relais de l’escargot (hostal del caracol), la fuente del Gos (perro), Barbadillo del Pez (población), estuario de Gallinas, la isla de Cabrera, el Alamut (nido de águilas), Penyal del Ca (peñasco del can), la calle de las Sierpes, el restaurante Reno, Llagostera (nombre de población, literalmente langostera), las islas Canarias, Cabo de Gata, Santa Coloma (Santa Paloma)de Farners, La Font de les Tortugues y Son Sardina.

4.2. Caracterización animalística de la naturaleza

Algunos ejemplos de animalización de la naturaleza mediante metáforas, símiles y comparaciones son: “Un islote que parece, recortado en el horizonte, la cresta de un gallo.” (Solnegre, p.19), “El mar, cuanto más tiene más brama” (La luna, p.50), “Sa Mola, la gran bestia encrespada y redonda, que se avanza en el mar como un cachalote gigantesco” (La luna, p.73), “La Dragonera, poderosa y pelada, negruzca, con las crestas recortadas contra el horizonte” (Los alacranes, p.34), “Bajo las farolas, la niebla bailaba enloquecida” (Los alacranes, p.151), “Al sur el islote Tagomago se destacaba como la espalda de un animal” (Los argonautas, p.18), “puñados de flores, una lluvia reposada, como de blancas mariposas” (Difuntos, p.213), “el hambriento roer del fuego se oía por todo el valle, como si un gran animal estuviera comiendo” (Caballos, p.24), “las colinas, la silueta de las cuales me recuerda las tortugas gigantes desovando” (Manzanas, p.7), “El viento un aguijón, un lamento” (Los días, p.81), “un peñasco altísimo, como el diente de un gigante de cuento” (Primaveras, p.34), “El viento cobró en un minuto resonancias de vandálica exigencia” (Primaveras, p.52), “La hierba crece como un diminuto y grato animal deslizante” (Primaveras, p.73), “Y por el ventanal el mar, que ronca o brama sin parar” (Primaveras, p.211), “Tiene algo de alucinante convivir con esa especie de bestia apocalíptica del fuego que divaga hambriento”(Ulises, p.190), “El viento llega y corre invisible, siento su contacto, le hablo, le palpo la musculatura lisa y fibrosa como la de un pez poderoso y fantasmal” (El Emperador, p.174) y “Sa Dragonera, que flotaba allí como un cetáceo colosal, coriáceo” (Olympia, p.49).

5. Otras locuciones y expresiones animales lexicalizadas

Este apartado incluye tanto léxico cuya referencia al mundo animal requiere, para ser percibida, un ejercicio de análisis etimológico (como en los casos de “cigüeñal” o “escalera de caracol”) como expresiones mucho más transparentes y que contribuyen claramente a hacer de la presencia animal uno de los elementos distintivos de la obra de Baltasar Porcel.

Por una parte, encontramos dichos y refranes con referencias al mundo animal, como“Hacía un sol que quemaba el culo a las liebres” (Solnegro, p.5), “Con sensatez de animal viejo” (Solnegro, p.5), “una paliza de perro”(Solnegro, p.43), “otro gallo cantaría” (La luna, p.38), “levantar la liebre” (Las manzanas, p.183) “quien se lleva el gato al agua” (El divorcio, p.66), “la vaca no da para más” (Lola, p.36), “ y toda la pesca” (Ulises, p.85), “Ir a asar un cuervo“ (Anar a torrar un corb, Ulises, 100) y “cortaba el bacalao” (Olympia, p.106).

Por otra parte léxico que originariamente se refiere al mundo animal aunque en su uso actual la relación haya quedado difuminada, como “barca de bou” (originalmente, en catalán significa buey), “Diessel de mil caballos”, “hacer gallos”, “cuello de cisne del depósito”, “uvas de espuela de gallo”, “escalera de caracol”, “saltar el potro”, “caballo de tortura”, “plumas estilográficas”, “mono azul”, “cigueñal”, “sirena de la policía”, “camellos de la droga”, “mono”, “nido de águilas de la fortaleza” y “araña veneciana”.

6. Animales representados en el arte o el folclore

En Solnegro (p.18) tenemos a unos hombres que cantan: Cavalllet quan eres jove, que anaves de pentinat...!” (Caballito cuando joven ibas tan bien peinado); y más tarde las glosas: Sal i caliu toca la guitarra fot-li tir a la perdiu i omple la boca de terra”. (Sal y rescoldo toca la guitarra pégale tiro a la perdiz y llena la boca de tierra); y “Foc i fum jo cerco llagosts, pintet de betum la truja pega bots” (Fuego y humo yo busco saltamontes, color de betún la cerda pega botes); en La luna (p.107) aparece la rumba cubana La Culebra; y un álbun de cromos de animales; en Los argonautas (p.158) se cita la escena de Míster Pickwick y el asno rebelde de la novela L’Hostal de la Bolla, de Miquel dels Sants Oliver, en Difuntos (p.101) se habla de unos cuadros, “de los gatos que de un salto atrapaban un pájaro de la cola”.

En Caballos (p.10) se mencionan unos inéditos de Dylan Thomas que comienzan por el gran poema de las colinas: “Y cuando el último estornino en otoño te mire”; un caso especial de representación de animales es la bandera de los Capovara y los Vadell, que contiene tres caballos negros que sirven como leit motiv de Caballos (p.27), en la misma obra encontramos descritas las gárgolas de Notre Dame de París con sus formas animales; en Las manzanas (pp.175-176), aparece una canción popular castellana que habla de un carnero y una jota tunecina con una rata, un gato, un perro y un toro; en Los días (p.143) se cuenta la historia de la creación de una leyenda negra sobre los gorilas por parte de un periodista.

En Primaveras (p.128) se cita la película de Hitchcock Los pájaros y en Lola (p.15), la película Los santos inocentes, donde un hombre hace de perro; en Lola también aparecen aventuras de Ulises y de Sindbad con animales míticos o reales, y cita (p.181) los versos de San Juan de la Cruz “Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado”, y también se refiere a los animales en Alicia en el país de las maravillas.

En Ulises se habla de los animales de Paolo Ucello y de la obra del poeta catalán Joan Salvat-Papasseit El irradiador de las gaviotas; en El corazón se habla del mítico can Cerbero, guardián del Hades; en El emperador aparecen el Arca de Noé y unos cuadros de Murillo donde hay niños y perros; por último, en Olympia, entre otras muestras de metarrepresentación animal, tenemos la serie de dibujos animados La vuelta al mundo en ochenta día, con personajes animales que imitan personas.

7. Conclusión

Esta ponencia debería haber dejado clara la omnipresencia y la importancia de los animales en las novelas de Baltasar Porcel. Su constante aparición es acorde al valor que les concede Porcel, tanto en su vida privada como dentro de su concepción del hombre. Se trata de una consideración que no cae en el idilismo ni convierte a los animales en figuras de cartón piedra.

Porcel es un intelectual que no rehúye la paradoja, que parece preferir renunciar a cierto nivel de claridad en aras de un mayor realismo. Sin embargo, en sus novelas no renuncia ni al lirismo ni a la admiración del mundo animal. Simplemente lo admira y le canta después de aceptarlo tal como es: bello, violento, misterioso y amoral.

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